[ q t r e q t ]



Luto del sentido

 Quarantine Was Driving Me Crazy — So I Decided to Lose My Mind on Purpose -  The New York Times

(Todo desde la opinión y la teoría, de mi cabeza nunca saldrán verdades absolutas)

  • Por qué no hay una consciencia detrás de los eventos de la historia del universo.
  • Por qué no hay un plan.
  • Cómo da igual.


por qué me incomoda que digas que es verdad

 

No lo sé. Preferiría que me hablasen de todo entre comillas, entre dudas, en fantaseos. Me gustaría que nadie me dijese que me está diciendo verdades. Es un capricho pequeño, porque en realidad no me importa, porque coloco yo las comillas donde no las ponen. Me gusta escucharos. Me encanta visitar brevemente vuestra realidad, en la que las cosas se ven distintas, están torcidas, tienen otros colores y nacen de cosas inconcebibles. Quiero visitar todo en lo que creéis, pero desde fuera, tal vez por inmadurez, quiero que justifiquéis que nada es verdadero. 

Siento incomodidad ante el nombre de Dios. Como cuando te hablan de sex*. Siento que deberían decirme que todo eso es un supuesto, una hipótesis, que puede que sí, que puede que no. Y la pasión sería la misma. Ansío que no haya convicción.

Puede que sea inmadura. Puede que la comodidad se restaure por llamarle Matemáticas a Dios, y yo estoy asustada por la religión, por la espiritualidad, lo místico. 

Me encantan las brujas, las hadas, los aliens. Me encanta crear historias. Me encanta, en serio. Me encanta que lo vivas con una intensidad que lo abarca todo. Me encanta cómo todos los detalles de la historia pululan en tu cabeza. Pero por qué no podría seguir así de presente, pero en una teoría, en una línea paralela distinta, en un quizás, buscando el máximo sentido posible aquí pero sin colocarlo verdaderamente delante de tus ojos, que no ven verdaderamente nada. Es una pregunta. Me sigue encantando igual.

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por qué necesito creer en la muerte

 Porque sería una jugada cruel, rara, traicionera, hacerme creer en otra vida para quitármela. No tiene sentido hacerme pensar en ello. No sé si tiene sentido que haya más, pero no tiene sentido pensarlo. Porque sería tan cruel.


Si en algún momento algo me convence, algo se revela, de repente todo es evidente y factible, y con la misma certeza con la que ahora no veo nada veré lo que ven ellos, entonces tendré que acatar. Pero no voy a convencerme de algo que ni siquiera quiero creer. 


En uno de los libros de la saga de Millenium se hablaba del asesino de una forma que se me quedó en la cabeza. Disfrutaba cuando sus víctimas, después de haber abusado de ellas, creían que iba a perdonarles la vida y en cómo sus ojos cambiaban cuando se daban cuenta de que no era así. No sé de donde sacó el autor un concepto tan horrible. Así me sentiría si me hiciesen creer en el paraíso para ver en el último momento como, efectivamente, este es el único tiempo que tuve. Quiero vivir sabiendo que esto es todo. Ni siento más carpe diem ni más necesidad de adrenalina constante por ello. Es una tragedia pero es mi verdad y todos encontramos tranquilidad y consuelo en nuestras verdades, y encuentro tranquilidad en esta.

Soy una persona feliz. Aún así, la muerte de alguien no es nada más que triste. No es más.


Si hay otra cosa, si hay algo, genial, pero que me coja desprevenida, ignorante, resignada a una muerte oscura.

ne

    Ne se daba cuenta de cosas todos los días. Puede que solo recordase siempre las mismas que se le iban olvidando. Puede que de la nada apareciesen cosas nuevas. Rodeada de espíritus y de personas, cada una de ellas en diferentes grados de credibilidad. A veces creía que los espíritus no eran reales porque nadie más los veía, a veces creía que su madre no era real ese día porque nadie la saludaba por la calle, a veces creía que ella no era real porque el mundo parecía demasiado extraño para no ser un producto de su imaginación. Cada día las texturas de la realidad cambiaban y le daban más verdad a aquello que el día anterior ni siquiera estaba ahí.
    Ne se dio cuenta ese día de que no quería morir, como tantos otros. Se daba cuenta de que no quería morir cada vez que pensaba en que podría querer morir en ese momento. Esta vez supo que no quería morir, pero supo algo más, algo nuevo; quería encontrar a la muerte y ganarla. Y matarla Llevársela al no estar, donde gritaban juntas todas las cosas que dejaron de tener sentido. Así que lo hizo, y no tuvo que preocuparse por querer morir, porque no existía la muerte, y no había posibilidad de cumplir su deseo.
    Ne era inmortal, a sus ojos. La muerte era demasiado rara para existir.
    Hablaba con los espíritus que habitaban con ella el aire a su alrededor. No le decían mucho esa mañana, inspiraciones huecas, soplidos sin corriente. Si tuvieran cara sería una de aburrimiento. En su habitación la luz entraba por una pequeña ventana rectangular y estrecha de semisótano. Los espíritus descansaban en la oscuridad, después de revolotear durante la noche con los gatos callejeros y las estrellas. 
    El calor era húmedo y pesado. Ne pensaba en cómo había vencido a la muerte mientras se miraba las manos. Tenía que tener cuidado, porque su poder de desdibujar la realidad acababa de actuar con mucha fuerza y no quería dejar de creer en sus manos ni en sus pies. Los quería usar para ir a desayunar.

no tiene mucho que ver pero ojalá resignarse

el asco que siento se lleva debajo de la piel como una dermatitis que molesta, pero te acostumbras. a veces explota un poco. no sé si puedo distinguir la sensación en su estado pasivo con una serie de explosiones seguidas, si ambas son lo mismo, si alguna es más frecuente.
llego a casa y duermo, me digo que estoy perdiendo este día y todos mientras cambio del sofá a la cama. se esfuma la luz, se funden el sueño y el aburrimiento. no es un gran problema, sólo hace que me dé asco. porque así he pasado el año, dormida. arrepintiéndome de no hacer absolutamente nada mientras me consuelo no haciendo absolutamente nada (autocompadecerme se me da igual de guay que dormir).
es un lunes como tantos en el que me levanto de noche de la inconsciencia en la que llevo sumida desde la comida, y la corporeidad de uno vuelve demasiado de golpe. me agobio un poco encontrándome de nuevo dentro de tanta carne. parece que te acostumbras más fácilmente al estado de delirio y mirarte fijamente los párpados durante horas que a ver y formar parte de la realidad activamente. (o lo que sea que haga despierta). me estrujo los brazos con los dedos, estiro la piel, paso la palmas por las piernas, aprieto los gemelos, agarro y retuerzo la grasa en las caderas. por qué tan, tan tangible. aquí estoy, absoluta. presente. mira. soy un grito soberbio de presencia física. ocupando un espacio desorbitante. en tu mismo mundo. (lo siento.)

despertarse y volver a ser un ente material requiere una agilidad buscando distracciones, si se prefiere no acabar llorando o respirando desacompasadamente o durmiendo de nuevo. los nervios me retumban en las venas y hago lo que no puedo, comer. incrementar la materialidad. intentar llenar el vacío y calmar la ansiedad que ni está ahí por hambre ni se va a paliar comiendo, si esa es una de las razones porque existe, marcando el ritmo de sus actos.

- describir la parte en la que como es innecesario, o lo puedo hacer, supongo, si no estuviera reciente y no me sintiera tan culpable -

el asco se agolpa y me cuaja la sangre. para qué me repito que no pasa nada, que esta vez no me importa, que me mantengo indiferente y soy libre de hacer lo que quiera, si sé que voy a acabar retorciéndome. mientras tanto mi cuerpo tiembla. endeble y grasiento y blando.

cojo los cascos, pongo música que odio y que hace que me duela la mandíbula de tanto apretarla porque me frustran esas canciones. también están un poco rotos y se escucha un rechinar metálico de fondo. me pongo un sujetador para que no me duela el pecho porque amputármelo sale caro. y me despido diciendo que voy a correr.
camino en el parque, me pesa tanto el envoltorio de los huesos que me extraña que la gente no se gire a ver la manada de elefantes que pisotea el césped. cuando corro mi interior se mueve tanto que me salen lágrimas, porque salen solas por inercia o porque es avergonzante que mi grasa baile así.

es ridículo correr y llorar en público, lo sé. pero es más ridículo meterse detrás de un contenedor a vomitar el maldito yogur de los c*****. hace frío, es de noche, y estoy acariciándome el esófago en un rincón de un parque que huele a las deposiciones de las que está lleno. sólo pienso en terminar rápido porque a veces se escuchan voces cerca y me dan corrientes de temor. acabo con bilis y vómito en la cara hinchada y en la mano hasta el codo. ya había procurado tener una fuente cerca para lavarme. me siento en un banco y se me secan las lágrimas y vuelvo a casa. miro mis zapatos de deporte como si fueran un chiste.
 
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