el asco que siento se lleva debajo de la piel como una dermatitis que molesta, pero te acostumbras. a veces explota un poco. no sé si puedo distinguir la sensación en su estado pasivo con una serie de explosiones seguidas, si ambas son lo mismo, si alguna es más frecuente.
llego a casa y duermo, me digo que estoy perdiendo este día y todos mientras cambio del sofá a la cama. se esfuma la luz, se funden el sueño y el aburrimiento. no es un gran problema, sólo hace que me dé asco. porque así he pasado el año, dormida. arrepintiéndome de no hacer absolutamente nada mientras me consuelo no haciendo absolutamente nada (autocompadecerme se me da igual de guay que dormir).
es un lunes como tantos en el que me levanto de noche de la inconsciencia en la que llevo sumida desde la comida, y la corporeidad de uno vuelve demasiado de golpe. me agobio un poco encontrándome de nuevo dentro de tanta carne. parece que te acostumbras más fácilmente al estado de delirio y mirarte fijamente los párpados durante horas que a ver y formar parte de la realidad activamente. (o lo que sea que haga despierta). me estrujo los brazos con los dedos, estiro la piel, paso la palmas por las piernas, aprieto los gemelos, agarro y retuerzo la grasa en las caderas. por qué tan, tan tangible. aquí estoy, absoluta. presente. mira. soy un grito soberbio de presencia física. ocupando un espacio desorbitante. en tu mismo mundo. (lo siento.)
despertarse y volver a ser un ente material requiere una agilidad buscando distracciones, si se prefiere no acabar llorando o respirando desacompasadamente o durmiendo de nuevo. los nervios me retumban en las venas y hago lo que no puedo, comer. incrementar la materialidad. intentar llenar el vacío y calmar la ansiedad que ni está ahí por hambre ni se va a paliar comiendo, si esa es una de las razones porque existe, marcando el ritmo de sus actos.
- describir la parte en la que como es innecesario, o lo puedo hacer, supongo, si no estuviera reciente y no me sintiera tan culpable -
el asco se agolpa y me cuaja la sangre. para qué me repito que no pasa nada, que esta vez no me importa, que me mantengo indiferente y soy libre de hacer lo que quiera, si sé que voy a acabar retorciéndome. mientras tanto mi cuerpo tiembla. endeble y grasiento y blando.
cojo los cascos, pongo música que odio y que hace que me duela la mandíbula de tanto apretarla porque me frustran esas canciones. también están un poco rotos y se escucha un rechinar metálico de fondo. me pongo un sujetador para que no me duela el pecho porque amputármelo sale caro. y me despido diciendo que voy a correr.
camino en el parque, me pesa tanto el envoltorio de los huesos que me extraña que la gente no se gire a ver la manada de elefantes que pisotea el césped. cuando corro mi interior se mueve tanto que me salen lágrimas, porque salen solas por inercia o porque es avergonzante que mi grasa baile así.
es ridículo correr y llorar en público, lo sé. pero es más ridículo meterse detrás de un contenedor a vomitar el maldito yogur de los c*****. hace frío, es de noche, y estoy acariciándome el esófago en un rincón de un parque que huele a las deposiciones de las que está lleno. sólo pienso en terminar rápido porque a veces se escuchan voces cerca y me dan corrientes de temor. acabo con bilis y vómito en la cara hinchada y en la mano hasta el codo. ya había procurado tener una fuente cerca para lavarme. me siento en un banco y se me secan las lágrimas y vuelvo a casa. miro mis zapatos de deporte como si fueran un chiste.
llego a casa y duermo, me digo que estoy perdiendo este día y todos mientras cambio del sofá a la cama. se esfuma la luz, se funden el sueño y el aburrimiento. no es un gran problema, sólo hace que me dé asco. porque así he pasado el año, dormida. arrepintiéndome de no hacer absolutamente nada mientras me consuelo no haciendo absolutamente nada (autocompadecerme se me da igual de guay que dormir).
es un lunes como tantos en el que me levanto de noche de la inconsciencia en la que llevo sumida desde la comida, y la corporeidad de uno vuelve demasiado de golpe. me agobio un poco encontrándome de nuevo dentro de tanta carne. parece que te acostumbras más fácilmente al estado de delirio y mirarte fijamente los párpados durante horas que a ver y formar parte de la realidad activamente. (o lo que sea que haga despierta). me estrujo los brazos con los dedos, estiro la piel, paso la palmas por las piernas, aprieto los gemelos, agarro y retuerzo la grasa en las caderas. por qué tan, tan tangible. aquí estoy, absoluta. presente. mira. soy un grito soberbio de presencia física. ocupando un espacio desorbitante. en tu mismo mundo. (lo siento.)
despertarse y volver a ser un ente material requiere una agilidad buscando distracciones, si se prefiere no acabar llorando o respirando desacompasadamente o durmiendo de nuevo. los nervios me retumban en las venas y hago lo que no puedo, comer. incrementar la materialidad. intentar llenar el vacío y calmar la ansiedad que ni está ahí por hambre ni se va a paliar comiendo, si esa es una de las razones porque existe, marcando el ritmo de sus actos.
- describir la parte en la que como es innecesario, o lo puedo hacer, supongo, si no estuviera reciente y no me sintiera tan culpable -
el asco se agolpa y me cuaja la sangre. para qué me repito que no pasa nada, que esta vez no me importa, que me mantengo indiferente y soy libre de hacer lo que quiera, si sé que voy a acabar retorciéndome. mientras tanto mi cuerpo tiembla. endeble y grasiento y blando.
cojo los cascos, pongo música que odio y que hace que me duela la mandíbula de tanto apretarla porque me frustran esas canciones. también están un poco rotos y se escucha un rechinar metálico de fondo. me pongo un sujetador para que no me duela el pecho porque amputármelo sale caro. y me despido diciendo que voy a correr.
camino en el parque, me pesa tanto el envoltorio de los huesos que me extraña que la gente no se gire a ver la manada de elefantes que pisotea el césped. cuando corro mi interior se mueve tanto que me salen lágrimas, porque salen solas por inercia o porque es avergonzante que mi grasa baile así.
es ridículo correr y llorar en público, lo sé. pero es más ridículo meterse detrás de un contenedor a vomitar el maldito yogur de los c*****. hace frío, es de noche, y estoy acariciándome el esófago en un rincón de un parque que huele a las deposiciones de las que está lleno. sólo pienso en terminar rápido porque a veces se escuchan voces cerca y me dan corrientes de temor. acabo con bilis y vómito en la cara hinchada y en la mano hasta el codo. ya había procurado tener una fuente cerca para lavarme. me siento en un banco y se me secan las lágrimas y vuelvo a casa. miro mis zapatos de deporte como si fueran un chiste.
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