[ q t r e q t ]



ne

    Ne se daba cuenta de cosas todos los días. Puede que solo recordase siempre las mismas que se le iban olvidando. Puede que de la nada apareciesen cosas nuevas. Rodeada de espíritus y de personas, cada una de ellas en diferentes grados de credibilidad. A veces creía que los espíritus no eran reales porque nadie más los veía, a veces creía que su madre no era real ese día porque nadie la saludaba por la calle, a veces creía que ella no era real porque el mundo parecía demasiado extraño para no ser un producto de su imaginación. Cada día las texturas de la realidad cambiaban y le daban más verdad a aquello que el día anterior ni siquiera estaba ahí.
    Ne se dio cuenta ese día de que no quería morir, como tantos otros. Se daba cuenta de que no quería morir cada vez que pensaba en que podría querer morir en ese momento. Esta vez supo que no quería morir, pero supo algo más, algo nuevo; quería encontrar a la muerte y ganarla. Y matarla Llevársela al no estar, donde gritaban juntas todas las cosas que dejaron de tener sentido. Así que lo hizo, y no tuvo que preocuparse por querer morir, porque no existía la muerte, y no había posibilidad de cumplir su deseo.
    Ne era inmortal, a sus ojos. La muerte era demasiado rara para existir.
    Hablaba con los espíritus que habitaban con ella el aire a su alrededor. No le decían mucho esa mañana, inspiraciones huecas, soplidos sin corriente. Si tuvieran cara sería una de aburrimiento. En su habitación la luz entraba por una pequeña ventana rectangular y estrecha de semisótano. Los espíritus descansaban en la oscuridad, después de revolotear durante la noche con los gatos callejeros y las estrellas. 
    El calor era húmedo y pesado. Ne pensaba en cómo había vencido a la muerte mientras se miraba las manos. Tenía que tener cuidado, porque su poder de desdibujar la realidad acababa de actuar con mucha fuerza y no quería dejar de creer en sus manos ni en sus pies. Los quería usar para ir a desayunar.

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